El coordinador de Turismo de San Francisco del Monte de Oro, Ricardo Cabrera, dijo a Télam: «el Salto Escondido, de 70 metros de caída de agua con una hoya 30 metros de diámetro y varios de profundidad, es la joya o el gran atractivo de la zona».
El salto queda a unos 12 kilómetros del centro de San Francisco del Monte de Oro, en el camino a la ciudad de Carolina, a través de un caracol asfaltado de 36 kilómetros por donde se llega a un viejo puesto abandonado de Vialidad Nacional, donde se dejan los vehículos y comienza la caminata.
Para hacer el recorrido conviene ir con un guía, a un costo de unos 450 pesos por persona, que no incluye comida, aunque voceros de la agencias explicaron que los turistas deben llevar agua y frutas.
Carmelo Santiago, un guía de la zona y experto en buceo, relató que varias veces se sumergió en la hoya del Salto Escondido y no pudo determinar la profundidad «pese a la claridad de las aguas, por lo intrincado del fondo de roca y arena».
Cabrera detalló que el lugar del salto «es de difícil acceso. Cuesta mucho llegar, hay que caminar por el río Claro cerca de cuatro kilómetros entre palmeras y cortaderas, por lo que las excursiones salen a las 7 y vuelven a eso de las 16».
Efectivamente, esta cascada, una de las más importantes de San Luis, es de acceso complicado, en medio de grandes rocas bajo las cuales el agua se esconde por tramos, y sólo es visible tras una caminata y cuando el recorrido casi termina en el salto, aunque su rumor se oye entre los árboles mucho antes de llegar.
El pueblo lleva el nombre del frayle Jose de Oro, con quien se exiliara allí Sarmiento en 1825, tras lo que fundó la primer escuela pública del país, que aún se puede visitar ya que está particularmente protegida.
El lugar tiene mucha más historia, ya que el virrey Rafael Sobremonte, después de que los ingleses le sacaran el Tesoro de Buenos Aires con el que había escapado, llego a este pueblo, donde había una mina a la que llevó todos los metales preciosos que conservó.
El río que genera el salto viene de la zona de Carolina, y pasa por esa mina de oro, y hay quienes aseguran que si siguen el curso pueden apreciar los antiguos socavones donde todavía se buscan y encuentran pepitas.
La historia de este poblado de cerca de 6.000 habitantes volvió a cambiar de manera drástica cuando en 2011 se levantó allí el dique Las Palmeras, por lo que se formó un lago artificial que fue bordeado con una ruta que lleva a la capital provincial y garantiza un flujo turístico a lo largo de todo el año.
Ahora, San Francisco desarrolla su perfil turístico en base a 80 complejos de cabañas, una hostería provincial ahora privatizada, un complejo de estancias y varios campings con pileta o con costa sobre el río, dijo Cabrera.
Como en los pueblos coloniales, los restaurantes están sobre la plaza principal donde hay comercios, bancos con cajeros automáticos y estaciones de servicio.
El pueblo está al sur del Parque Nacional Sierra de las Quijadas y es vecino a la reserva de flora y fauna La Florida, que tiene su gran embalse, junto a las Lagunas del Azud y todo el cauce del río serrano, que recibe bañistas en varios parajes con buena infraestructura para alojarse, comer o hacer asado.
La zona también cuenta con un paisaje que parece de otro planeta: la Salinas del Bebedero, un importante yacimiento de sal que ocupa una superficie de 6.500 hectáreas cuya explotación minera comenzó en el siglo XX cuando la antigua Laguna del Bebedero sufría una fuerte sequía.
La industria que procesa los minerales de esta salina es una de las mas modernas de la Argentina y el lugar es excelente para tomar fotografías.