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Tango sobre las calles

Tango sobre las calles

Tango sobre las calles cuando se pone el semáforo en rojo, Juan Riobo y Catalina Sánchez aprovechan para danzar al ritmo de Francisco Canaro o Enrique Rodríguez, grandes exponentes del tango. Durante 45 segundos bailan en las calles principales de Managua. Ella vestida con un traje rojo y él de negro riguroso.

Los bailarines solo necesitan tres cosas para realizar su acto mientras dura la luz roja: zapatos cómodos, un parlante inalámbrico y un sombrero negro, en el que recogen las monedas, y en algunos casos billetes, que les dan los curiosos que se acercan hasta donde están bailando.

“Afuera de Argentina es vista como una danza elitista, una danza alineada, elegante y la verdad es que nuestro trabajo es contarle a la gente que no es eso, que realmente es un lenguaje popular. Nuestra misión es: a donde se da la oportunidad, contar la verdad “, explica Juan.

Juan, de 33 años, es originario de la ciudad de Avellaneda, electricista de profesión y bailarín de tango desde hace cinco años. Catalina, su pareja, tiene 26 años y es originaria de la Patagonia argentina, considerada “La cuna del tango”. La cuenta oficial de los bailarines en Instagram es Tango terrorista.

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Bailar en los semáforos nació como una necesidad, agregan ambos. “Al principio lo que queríamos era bailar en plazas, parques o lugares públicos. Nos dimos cuenta que hay muchas regulaciones para hacer este tipo de actividad”.

Los argentinos salieron de su país natal el 13 de marzo del año pasado y recorrieron seis países latinoamericanos antes de llegar a Nicaragua. Ellos explican que la iniciativa nació como “Tango terrorista”, pero posteriormente fue adaptado a “Tango caprichoso”. En algunos países donde no fueron bien aceptados.

“También somos tango terrorista porque no en todos lados está permitido bailar en la calle, no te permiten hacer muestras culturales y gratuitas, en ese tipo de lugares hemos llegado a pelear con los policías, hemos llegado hasta a caer presos solo por estar bailando en la calle”, menciona Catalina, refiriéndose a Ecuador, donde les prohibieron bailar, y a Panamá, donde los metieron presos.

Desde hace tres semanas aproximadamente los bailarines ya han deleitado al público nicaragüense en puntos céntricos como la Avenida Bolívar, los semáforos de Invercasa, Metrocentro, la rotonda Hugo Chávez y la Zona Hippos, y estarán en el país hasta mediados de junio. Darán clases básicas gratuitas en lugares como El Garabato y La Casa de los Tres Mundos en Granada.

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Los bailarines salen por las tardes, luego de las cuatro, y eligen los semáforos en Managua en los que la luz roja dure 45 segundos para poder ejecutar algunas de las 15 coreografías que tienen preparadas. En otras ocasiones, ante la mirada curiosa de los capitalinos realizan pasos de baile improvisados.

Juan y Catalina han viajado a lo largo de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica y Nicaragua, y planean llegar hasta México para recorrer todos los países por segunda vez. Aquí costean su estancia, comida, transporte y ropa, principalmente con la cooperación que les dan en los semáforos.

“Lo que tratamos de hacer es contarle a la gente que nosotros, todos, somos protagonistas de la cultura y que el tango existe porque hay gente que lo baila”, afirma Juan.

Respecto a su experiencia en el país, los argentinos señalan que “hay una generosidad y una seguridad que en muchos países no hay, es súper seguro. Hay una buena onda excesiva que está buenísima, hay confianza, nosotros buscamos eso”.

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