Sebastián Levy Daniel viajó a Europa a descubrir su destino y al volver abrió una parrilla con nombre de mujer
Sebastián Levy Daniel tiene 40 años, nació en Flores y se convirtió en Chef gracias a su curiosidad y optimismo por la vida. Viene del seno de una familia de la colectividad judía muy unida, compañera, con padres muy presentes que siempre le dieron todo su apoyo y le trasmitieron que con optimismo se puede conseguir lo que uno desea.
Cuando terminó la secundaria se encerró en su habitación durante seis meses para estudiar Filosofía hasta que le interesaron la fotografía y el video, empezó la carrera de cine pero a los 21 años decidió irse a Europa a encontrarse consigo mismo y buscar su propósito en la vida: «no sabía cuál era mi destino, qué era lo que tenía ganas de hacer, tenía mucha energía, ganas, curiosidad, había algo fuerte que me llamaba pero no sabía qué era», cuenta Sebastián. Se fue a Palma de Mallorca y pasó una semana desde la mañana a la noche entregando su currículum hasta que Juan, el dueño de un bar frente a la playa, lo contrató para hacer todo: preparar tragos, limpiar platos, servir tapas, era una actividad constante. Juan quedó fascinado con lo bien que trabajaba su nuevo empleado, y un día hablando «le conté que quería volver a Buenos Aires y tener un bar restaurante, que descubrí eso. Él me dijo que es un trabajo muy esclavo, que es lo peor que podía hacer pero le dije que eso era lo que quería», Sebastián había descubierto su destino en la vida y no se iba a rendir tan fácil. Lo llamó a su padre para contarle y pasó el resto de los meses recorriendo Europa y sacando fotos de cuántos bares y restaurantes se cruzara, la idea se le había vuelto una obsesión.
Llegar a Buenos Aires y concretar el nuevo sueño
«Llegué a Buenos Aires y cual ansioso y obsesivo que soy hice el currículum y lo dejé en setenta lugares en Cañitas y Palermo. Pasaron tres días y nadie me llamaba. Mi viejo me aconsejó que vaya a los lugares que más me gustaron e insistiera. Así que al cuarto día fui a Bar 6 y con mis 22 años pedí hablar con el dueño del lugar, le conté de mi experiencia en Europa y que recorrí todos los restaurantes de Palermo y Cañitas pero quería trabajar ahí, aunque fuera gratis y que no pensaba parar. Me fui y a la media cuadra apareció el dueño y me preguntó ¿Querés empezar a trabajar hoy?», y así empezaron los siguientes dos años de Sebastián, entre trabajo, cursos de gastronomía y la ayuda de su padre para armar la parrilla.
Al principio no sabía si hacer un bar o un restaurante pero notó que la parrilla era algo que le gustaba al argentino y decidió dar un paso más y hacer una parrilla pero moderna.
Le llevó año y medio la obra del restaurante ubicado en la esquina de Fitz Roy y Costa Rica, armaron un sotáno con oficinas, frigorífico, baño de personal, cámara. «Papá fue mi inversor pero confió en que luego yo me haría cargo del negocio, él quería seguir trabajando en su rubro, la indumentaria. Mi mamá decía que estábamos locos, que empezáramos con algo chico para probar, con cuatro o cinco empleados. Nosotros empezamos con diecisiete empleados y a los meses fuimos cincuenta. Después mamá no podía creer lo que estos dos locos habían logrado y que nos estaba yendo tan bien», recuerda Sebastián.
La decoración del lugar fue inspiración de los colores de Jujuy y la Patagonia. Es que Sebastián para lograr una parrilla bien argentina decidió viajar por el norte y el sur de nuestro país y conocer las materias primas para crear platos bien argentinos, » en el Norte en una semana probé más de sesenta empanadas distintas y demás comidas regionales para inspirarme. La idea era sacar ciertas cosas clásicas y hacerlas modernas» explica el Chef y dueño del lugar, que logró inaugurar hace quince años la primera parrilla minimalista y con onda moderna.