Pedro Giraudo, el contrabajista cordobés acaba de obtener un Grammy por su disco Vigor tanguero, en el que explora con su sello el estilo arrabalero.
El jueves pasado, Pedro Giraudo se convirtió en el primer cordobés en obtener un Grammy latino. Fue en la categoría Mejor Álbum de Tango, en una terna en la que también competían Daniel Binelli y Nick Danielson, Rodolfo Mederos Trío, Omar Mollo y Miguel Pereiro.
“Argentina me hizo quien soy yo y me dio el tango, una manera hermosa para expresarme”, dijo Giraudo –hijo del recordado maestro Carlos “Payo” Giraudo– al recibir el galardón por Vigor tanguero, el disco que hoy lo ubica en un lugar privilegiado dentro de la música ciudadana.
Pronunciada por este virtuoso contrabajista –radicado hace ya dos décadas en Nueva York–, la frase de reconocimiento a su país y al género es algo más que un conjunto de palabras circunstanciales: Giraudo no es un músico de tango, no al menos en sentido estricto, sino un artista que sabe navegar a sus anchas por muchos géneros diferentes, pero con ancla en el jazz.
“Siendo cordobés, Argentina ha sido siempre una fuente infinita de inspiración para mí”, comenta Pedro desde Las Vegas, horas después de la ceremonia. “Trato de mantenerme en contacto con la enorme cantidad de música nueva que se está haciendo allá, veo un montón de gente joven haciendo cosas muy interesantes con nuestros géneros, como el tango y el folklore. A pesar de la distancia trato de estar lo más cerca que pueda”.
Vigor tanguero, el álbum premiado, es la visión de Pedro del tango, una mirada sensible y original del estilo arrabalero. Editado en mayo pasado por el prestigioso sello Zoho Music, el disco incluye 10 piezas grabadas por Giraudo junto a su cuarteto de tango, integrado además por Emilio Teubal (piano), Nick Danielson (violín) y Rodolfo Zanetti (bandoneón). La grabación, edición y mezcla del disco estuvo a cargo de Alex Venguer y la masterización fue de Oscar Zambrano.
–Ganaste en la categoría de tango siendo que tu formación proviene mayormente del jazz. ¿Lo tomás como algo natural o te resultó curioso?
–Entiendo esa división, pero mi proceso de composición es exactamente el mismo, por más que sean dos estilos tan distintos. Desde mi punto de vista, lo veo como algo parecido. De todas maneras, lo que sí es cierto es que tengo banda de jazz hace 18 años, y la de tango hace apenas tres. Pero me vengo expresando en el tango desde hace mucho tiempo. Toco con Pablo Ziegler desde hace 12 años, participo en la banda de Héctor del Curto desde el 2001, también he grabado en el disco de tango de Rubén Blades. De alguna manera, por más que no había liderado agrupaciones de tango, es un lenguaje que siento muy mío y allí me siento extremadamente cómodo.
–¿Cuál dirías que es la característica central de “Vigor tanguero”? ¿Cómo describirías tu lectura del tango?
–Es un disco de composiciones originales, fuertemente arraigadas en el género, con muchas referencias al tango tradicional a nivel melódico, formal y rítmico. Hay valses, tangos y milongas. De alguna manera, en las composiciones se pueden oír las influencias de estar en Nueva York hace ya 20 años. Una cuestión muy arraigada en mi argentinidad, pero con los toques de mi vida acá. Y este disco también tiene la particularidad de que no presenta únicamente ritmos de tango: incluí una pieza basada en la célula rítmica de la chacarera, otra de una vidala… Tiene sus detallitos que no lo hacen un típico disco de tango.
–También publicaste otro disco este año, con la WDR Big Band. ¿Sentís propios a todos los proyectos musicales que te tienen como músico o director?
–Aunque fueron experiencias extremadamente distintas, para mí, a nivel musical, siento lo mismo que a la hora de componer. Por más que la música esté orquestada y tocada de una manera muy diferente, usando distintos lenguajes, viene todo del mismo lugar. A los dos los siento muy propios, como si fueran ángulos distintos de una misma personalidad. Están compuestas por mí, la raíz es siempre la misma.