
Oviedo, capital del tango. Trescientos bailarines llegados de numerosos puntos de España, así como de Francia, Portugal e Italia, acuden a la cita milonguera local.
«Milonguero» es el nombre argentino que reciben los bailarines de tango. Pero en Oviedo esta denominación también se atribuye al encuentro anual de los practicantes de esta modalidad que pone a la capital asturiana en el punto de mira del baile argentino. Más de trescientas personas provenientes de numerosos lugares de España, Francia, Portugal e Italia se reúnen en la ciudad para comenzar el cuarto encuentro del «Oviedo Milonguero», que se celebra este fin de semana.
Esta idea le vino a la cabeza al argentino Martín Almirón, quien, nostálgico de la música de su tierra, decidió poner a «Oviedo en el mapa del tango», según cuenta. «En el norte de España también se baila y este festival cada año está creciendo», afirma el bailarín. Martín Almirón llegó a Asturias en el año 2006. Tres años más tarde comenzó a bailar regularmente y se convirtió en un especialista del tango, estudiando en las escuelas de Italia, Francia o Argentina. En el año 2016 decidió, tras mucho esfuerzo, comenzar con los encuentros milongueros de Oviedo, que el año pasado agruparon a alrededor de 300 personas, una cantidad que se pretende superar este año.
«Decir la palabra milonguero es hablar en la jerga del tango», explica el profesor argentino, que organiza el festival que ambientará las mañanas, desde hoy hasta el domingo, en la plaza de Trascorrales, a partir de las doce y media. La festividad ovetense del baile porteño también será durante las noches en el hotel Santo Domingo, en la Ronda Sur . Durará cinco horas, desde las diez y media hasta las tres y media de la madrugada. Todas las veladas están amenizadas por un DJ encargado de pinchar música de de todo tipo para los asistentes al evento.
El tango es un baile que surge en el siglo XIX de la mano de los inmigrantes que llegaban a Buenos Aires buscando una nueva vida; un punto de encuentro y unión entre la gente. Oviedo también se suma a la calidez del «abrazo» argentino.