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Nacha Guevara se hizo popular en España

Nacha Guevara

Nacha Guevara, es una bailarina, actriz, directora teatral, cantante argentina (Su verdadero nombre es Clotilde Acosta Badaluco y nació en Mar del Plata el 3 de octubre de 1940).

Si un espectador que hubiera visto actuar en el teatro a Nacha Guevara durante la transición española se llevaría una sorpresa.

Dudaría si realmente han pasado cuatro décadas desde que la artista desembarcara en Madrid huyendo del terrorismo de Estado y pensaría cómo es posible que el rostro de esa bisabuela de 74 años está terso y juvenil.

Las cirugías estéticas -«me he hecho muchas menos de las que la gente cree», asegura- pueden explicar la parte física, pero el espectador quedaría anonadado si viera cómo Nacha canta y se mueve aún hoy sobre el escenario.

«No hay cirugía que te dé pensamiento joven», dice a La Vanguardia antes de saltar al plató de la versión argentina de Bailando por un sueño, donde ha participado como jurado en el que ha sido su último trabajo hasta hace sólo unos días.

Guevara se siente joven cuando tiene en brazos a su bisnieta Almendra, de tres años y medio e hija de Macarena, la mayor de sus siete nietos.

Nacha tiene tres hijos de tres padres diferentes: el periodista Anteo del Mastro, el actor Norman Briski y el músico Alberto Favero, que la siguió en su exilio en España y con quien desarrolló la mayoría de los espectáculos de su carrera, a pesar de que llevan muchos años separados.

No obstante, sólo se casó una vez, con el playboy Adolfo Donati, con quien no tuvo hijos, y que fue su última pareja estable. «Hace tiempo que estoy feliz», suelta Nacha, al mismo tiempo que una carcajada, cuando reconoce que ahora no hay ningún hombre en su vida.

Nacha Guevara nacida en Mar del Plata ha seguido al pie de la letra aquello que más admira en las otras personas: la capacidad de transformarse.

Impulsada por el espíritu del innovador Instituto Di Tella -cantera de una generación de artistas argentinos-, Nacha Guevara dejó claro su carácter transgresor en los revolucionarios años sesenta y setenta. Durante la dictadura del general Onganía (1966-70) ya tuvo problemas con sus espectáculos de cabaret Nacha de Noche y Anastasia querida, pero sería Las mil y una Nachas el que causaría mayor polémica y la conduciría al exilio tras las reiteradas amenazas de la Triple A y el estallido de una bomba en el teatro de Buenos Aires donde se representaba, que causó la muerte de un empleado y varios heridos.

Aterrizó en Madrid pocos meses después de la muerte de Franco y se hizo popular al pasear una versión de Nacha de noche que en Barcelona se vio en el teatro Talía.

Tras el exilio, que fue la experiencia más «transformadora» de su vida -«para nacer, primero hay que morir», dice-, regresó a Argentina para concebir junto a Favero Eva, su versión de la vida de la mujer de Perón.

Durante el menemismo hizo mucha televisión, incluyendo un programa donde daba consejos femeninos y clases de gimnasia, para intensificar la senda de los espectáculos de la calle Corrientes en la última década, con montajes como 60 años no es nada o Mucho más que dos -obras que llevó a España- o una inevitable versión de El graduado.

«Para mí, jubilarme sería como morir», sentencia Nacha. La artista atribuye a la genética su bello envejecimiento.

«Tengo unos genes extraordinarios, mi madre tiene 95 años y vive sola; no quiere que nadie la ayude», confiesa.

Y además habla de una famosa médica ayurvédica que visita regularmente en Madrid e insiste: «Soy vegetariana hace cuarenta años, meditadora desde hace treinta y tres y he dedicado mucho tiempo de mi vida al autoconocimiento».

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