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María Elena Walsh, mito de la literatura argentina

Maria Elena Walsh, mito de la literatura argentina

En los patios de todas las escuelas argentinas se ha escuchado, y se escucha todavía, a miles de niños cantándole a la tortuga Manuelita: «Manuelita vivía en Pehuajó, pero un día se marchó.

Nadie supo bien por qué, a París ella se fue, un poquito caminando y otro poquitito a pie».

María Elena Walsh, la autora de esa canción infantil y de una extraordinaria producción literaria tanto para niños como para adultos, murió el 10 de enero de 2011 en Buenos Aires, a los 80 años de edad, tras padecer una larga y dolorosa enfermedad que la obligó a ir en silla de ruedas los últimos años de su vida.

Estaba considerada como uno de los verdaderos mitos de la literatura argentina y era venerada y admirada por toda una sociedad que supo conectar, a todas las edades, con sus obras teatrales y musicales.

María Elena Walsh, vinculada tanto a la literatura y a la vida intelectual argentina como al espectáculo y la farándula, vivía desde hace años con la fotógrafa Sara Facio.

Sus restos fueron velados en la sede de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores.

«María Elena Walsh cambió la literatura infantil en toda América Latina, cambió la manera de ver la infancia y de mirar a los niños, con una actitud nada condescendiente, sino respetuosa e inteligente», explica María Fernanda Maquieira, que editó su obra completa, tanto infantil como para adultos, en Alfaguara.

«Sus textos infantiles tenían una calidad literaria extraordinaria, y era capaz de combinar la literatura clásica y la popular como nadie».

Su obra se alejó del tono moralizante de los cuentos de la época y abrió un mundo nuevo de imaginación y juego, más relacionado con la Alicia de Lewis Carroll que con la literatura tradicional argentina.

Algunos de sus personajes, como la Tortuga Manuelita (que tiene un monumento en Pehuajó, un pueblo cercano a Buenos Aires), Doña Disparate o Dailan Kifki, están ya incorporados a los libros de texto de media América Latina.

María Elena Walsh nació en Ramos Mejía, una localidad de la provincia de Buenos Aires, en 1930, hija de una argentina y de un irlandés, empleado de los ferrocarriles y pianista aficionado.

Estudió Bellas Artes y se dedicó muy tempranamente al teatro y a la canción, tanto como compositora como cantautora.

Su primera obra escrita fue un libro de poemas, que publicó con 17 años y que fue elogiado por Juan Ramón Jiménez y por Jorge Luis Borges.

A principios de los años cincuenta formó dúo con la folklorista Leda Valladares, con quien se marchó a París.

Regresaron en 1956 y Walsh se metió de lleno en el mundo de la farándula y de la televisión, donde fue siempre muy querida y admirada por sus fabulosos espectáculos.

«Juguemos en el mundo», creado en 1968, supuso un verdadero acontecimiento que influyó no solo en la canción argentina sino en todo el mundo cultural latinoamericano.

Sus canciones figuraron en el repertorio de Mercedes Sosa y de otros muchos intérpretes de todo el continente.

«María Elena Walsh era una intelectual, librepensadora, comprometida con su tiempo, pero si hubiera que resaltar un solo rasgo de su carácter, yo hablaría de su formidable sentido del humor, su ironía y su delicadeza», asegura Maquieira.

La cantante Susana Rinaldi explicó su admiración por la escritora: «María Elena formó a muchas generaciones en una percepción determinada de la sociedad gracias a sus libros y canciones. Ella siempre guardaba una distancia de respeto con los nenes. Le impresionaba la naturaleza humana».

«Fue un ser libre que hizo lo que quiso en cada época de su vida y nunca lo que se esperaba de ella», aseguró a EL PAÍS el escritor Leopoldo Brizuela, con quien mantuvo una gran amistad.

Brizuela resaltó su actitud valiente durante la dictadura militar (sus canciones fueron prohibidas y ella publicó un artículo, que se hizo famoso, en el que acusaba al Gobierno de pretender convertir «uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un jardín de infantes») y su decidido compromiso con el feminismo en una época en la que no era nada frecuente expresarse con esa libertad.

«Walsh, que fue una ferviente y temprana admiradora de Jorge Luis Borges, es muy parecida a él, en el sentido de que representa muy bien a la clase media argentina de principios de siglo y que, como él, fue capaz de conectar corrientes culturales muy diversas», explico Brizuela.

«Hasta el final mantuvo una formidable voracidad lectora», explicó María Fernanda Maquieira.

En una de sus últimas entrevistas, en el diario Clarín, mostró su enfado por la pobreza de lenguaje que apreciaba cada vez más en los niños y realizó una encendida defensa de la educación infantil.

«Además en la literatura, muchos escritores deciden escribir más sencillamente, tal vez imitando la pobreza de los chicos, cosa que a mí no me gusta, aunque respeto a quien lo quiera hacer».

«La vida es muy triste sin diccionarios», sentenció, con visible irritación.

Prácticamente todos los canales difundieron, una y otra vez, sus canciones más famosas: «La leche tiene frío y la abrigaré. Le pondré un sobretodo mío, largo hasta los pies».

Artículo en edición impresa del 11 de enero de 2011
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