La increíble Pelea del Siglo que hizo leyenda a Luis Ángel Firpo, el primer ídolo argentino.
El 14 de septiembre de 1923, El Toro Salvaje de las Pampas arrojó fuera del ring a puñetazo limpio a Jack Dempsey y se convirtió en inmortal.
No habían pasado ni cinco meses de aquel 14 de septiembre de 1923, cuando el intendente de la Capital Federal derogó la ordenanza municipal que prohibía el boxeo en la ciudad. Fue el 3 de febrero de 1924 y Luis Ángel Firpo lo hizo posible.
Se había convertido en el ídolo máximo que tenía el deporte argentino en aquellos años 20.
El fútbol, claro, tenía los suyos, pero El Toro Salvaje de las Pampas estaba metido en el corazón de la gente como un superhéroe que no era de historieta: era de carne, hueso y músculo, que le daban forma a ese cuerpo gigante de 1,95 metro de altura y 100 kilos de peso.
Y era un ídolo porque tenía la épica del campeón sin corona, al que le habían robado el título mundial de los pesos pesados que debió ganar aquella noche de septiembre, en los finales del verano neoyorkino, ante el gran campeón de la categoría, Jack Dempsey.
La cuenta interminable del referí Jack Gallagher, que se paralizó mientras Dempsey era ayudado a regresar al cuadrilátero desde el ring side -adonde Firpo lo había mandado de una piña-, dio comienzo a una leyenda que el boxeador argentino supo cultivar, cuidar y engordar.
Porque Firpo fue más que un ídolo popular: fue también el primer “rico y famoso” del deporte nacional y se estableció dentro de la alta sociedad porteña aún sin una Susana Giménez que lo catapultara como un macho cinematográfico.