San Sebastián (España), Las historias muy locales son a menudo las mas universales y eso es lo que ocurre con «El arrebatador», una película del argentino Agustín Toscano que, partiendo de un problema específico en Tucumán (Argentina), plantea un dilema universal convertido en una especie de fábula.
Así lo explica a Efe Toscano, que compite en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián con una película que cuenta la historia de Miguel, un ladrón que roba por el procedimiento del tirón desde una moto -un «motoarrebatador» en Argentina-, pero que se arrepiente tras arrastrar y herir a una mujer que no suelta su bolso.
Toscano juega con los límites de la empatía y la antipatía por el protagonista de su historia para alejarse de un drama convencional, que pasa a ser un retrato social y humano.
«Hay un lugar detallado, delimitado y difícil entre la empatía y la antipatía», señala el director, que quiso potenciar la ambivalencia de los sentimientos del espectador por Miguel, que primero roba el bolso a una mujer por el método del tirón desde una moto y luego la ayuda en el hospital.
Para ello necesitaba a un actor como Sergio Prina, con el que ya trabajó en su primer filme, «Los dueños» (2013), y que le ofrecía esa sonrisa seductora que contrarrestaba lo negativo de los actos de Miguel.
«Sin él ni hubiera pensado en hacer la película», reconoce Toscano, que también destaca la química que existe entre Prina y Liliana Juarez, que interpreta a Helena, la mujer que resulta herida tras ser arrastrada por Miguel y su cómplice y que a causa del accidente pierde la memoria.
Dos interpretaciones diferentes y complementarias que facilitan el juego del director en esta especie de cuento de hadas que parte de la realidad para navegar después por una historia «que si fuera de verdad no interesaría a nadie», asegura Toscano.
El realizador cree que la relación que se establece entre un delincuente y su víctima, sin hechos dramáticos a su alrededor, apenas sería merecedora de un breve en un periódico.
Un drama con toques de comedia que saca a la luz una realidad tremenda en la región argentina de Tucumán (norte), pero también en Chile, Venezuela o países tan distantes como India, asegura el director al hablar de los robos desde motos.
«En Tucumán a la gran mayoría de personas les van a intentar robar cuando sacan dinero de un cajero. No creo que eso pase aquí, en San Sebastián», reflexiona el director, que decidió hacer la película después de que su madre sufriera un robo similar al de la protagonista, pero con consecuencias menos graves.
Un tipo de delitos que son la consecuencia del aumento del nivel de pobreza en el mundo.
Robar desde una moto «es algo sencillo y poco arriesgado en muchos países del mundo» y sería algo que no existiría sin la pobreza, sin las «contradicciones del capitalismo tardío y equivocado».
Una reflexión que plantea una filme que participó en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes y que se llevó el premio principal del Santiago Festival Internacional de Cine 2018.