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La idea de un lago

La idea de un lago de Milagros Mumenthaler

‘La idea de un lago’, la argentina Milagros Mumenthaler compone un retrato perfecto de la herida de los desaparecidos, se estrena este viernes y es el segundo largometraje de la directora que con su anterior trabajo ‘Abrir puertas y ventanas’ conquistó el Leopardo de Oro en Locarno. Entonces, se trataba de describir el no necesariamente lento transcurrir del tiempo en el cuerpo y mente de unas adolescentes que aprendían a entender, precisamente eso, cómo hace el tiempo para pasar como lo hace. La idea era colocar al espectador al otro lado de lo evidente, en ese lugar preciso y siempre huidizo donde las cosas adquieren su tamaño, su textura, su sentido.

Ahora, se trata de colarse en la mente de una mujer que de niña perdió a su padre. Hablamos de Argentina y de un tiempo en el que el verbo desaparecer adquirió el peso de lo siniestro, de lo brutal, de la más profunda injusticia. «No me interesa contar lo que todo el mundo conoce. Me limito a cursar una invitación para entrar en la mente de Inés [así se llama el personaje protagonista]. No tanto para comprender lo que allí pasa, sino para acompañar el viaje de reconstrucción», aclara Milagros se diría que con cautela. Todo sea por no arruinar la sutileza y meticulosidad de una película, admitámoslo, cerca del milagro.

Basada en un libro autobiográfico, entre la poesía y la fotografía, firmado por Guadalupe Gaona, ‘La idea de un lago’ reconstruye la necesidad de la protagonista de volver a aquellas vacaciones ya olvidadas que de niña pasó con su padre en una casa a la orilla de, en efecto, el lago del título. Entre la memoria del pasado y el deseo de lo que pudo ser y no fue, la película rehace con cuidado los huecos de un tiempo necesariamente fracturado. Es Argentina, pero puede ser cualquier lugar de barbarie. Hay muchos y muy cercanos.

«De alguna forma, es inevitable que se vuelquen en una pérdida como ésa todos los fracasos. El padre soñado es siempre mejor que cualquier padre real. Una simple fotografía sirve para construir la imagen ideal de un padre que no existió; un padre cuya ausencia se hizo presente durante cada segundo del resto de la vida», cuenta Mumenthaler en el límite exacto de lo que se puede contar.

En un momento de la película la protagonista se detiene delante de la única imagen que conserva de ella con su padre eternamente joven, eternamente detenido en una esquirla casi sagrada de la memoria. Sobre la pantalla del ordenador, la foto digitalizada adquiere el tacto de un fantasma sin tiempo capaz de hacer desaparecer a la misma realidad. En otro instante, el recuerdo adquiere la soltura de un musical soñado con el coche familiar bailando sobre la superficie del agua. Y un poco más allá, un juego de niños con linternas en la oscuridad de la noche hace suya la textura de una película de terror. Y siempre a un paso escaso del simple prodigio.

«Nunca quise hacer una película política en sentido estricto. Me interesaba acercarme a un desaparecido sin caer en la tentación de estigmatizarlo», insiste la directora. Y la creemos. ‘La idea de un lago’ se mueve por la pantalla sonámbula consciente siempre de que lo que importa, lo que sostiene la realidad y le da sentido, permanece siempre oculto. Y es ahí donde apunta la cámara: a lo más profundo de la geografía de la intimidad. Allí donde se esconde todo lo que se olvida, todo lo que se pierde.

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