Jorge Porcel se cumplen 12 años de su partida. Un hijo abandonado, la lucha contra sus casi 250 kilos de peso y un duro regreso al país formaron parte de su vida.
Jorge Porcel es tal vez, uno de los capocómicos más reconocidos de Argentina. El actor murió en 2006, en la ciudad estadounidense de Miami, donde residía desde hace varios años, tras una operación de vesícula biliar a la que había sido sometido días antes. Hoy, a doce años de su muerte, sigue dando de qué hablar.
Un hijo abandonado, la lucha contra sus casi 250 kilos de peso y un duro regreso al país formaron parte de su vida. Su nombre fue sinónimo de popularidad y éxito. Durante casi 20 años fue uno de los personajes más importantes de la farándula argentina. Con Alberto Olmedo formó una entrañable pareja que hacía llorar de risa a todo un país. Para todos era el Gordo Porcel. Sin embargo, quienes lo conocieron fuera de las cámaras afirman que estaba lejos de ser ese simpático personaje que se mostraba en televisión.
Porque no todos son comentarios elogiosos de quienes en algún momento compartieron un escenario con Jorge Porcel. Se ha llegado a hablar de celos, envidia y malos tratos, entre otras circunstancias difíciles de soportar siendo parte de un elenco.
Un hijo abandonado, la lucha contra sus casi 250 kilos de peso y un duro regreso a la Argentina, en silla de ruedas, con mal de Parkinson y convertido en pastor evángelico, también completan buena parte de la historia oculta de Porcel.
Junto a Susana Giménez, Alberto Olmedo y Moria Casan, Porcel filmó una decena de películas que rompieron todas las taquillas. En televisión, con Las Gatitas y Ratones de Porcel cosechó un rating muy alto.
Pero detrás de esa figura que cautivaba al público se escondía un personaje conflictivo. No solo Susana tuvo problemas con él: quienes lo conocieron personalmente afirman que era lo opuesto a lo que mostraba frente a una cámara de televisión. Egoísta y celoso, pocas personas del ambiente lo querían.
Porcel era famoso por limitar a sus compañeros de elenco, pisándoles las líneas del guión y evitando que pudieran lucirse.
Productores, técnicos, extras y utileros recuerdan que el humorista tenía un carácter muy complicado, que vivía de malhumor, pero que, por sobre todo, era hiriente con sus comentarios: solía denigrar a aquellos que recién comenzaban y trataban de ganarse un lugar en la televisión.
Georgina Barbarossa sufrió en carne propia lo que muchos sabían, pero pocos se atrevían a confesar. Se decía que El Gordo creía que todas las bailarinas que querían formar parte de su staff primero debían pasar por su cama. Someténdolas a todo tipo de humillaciones.
En los inicios de su carrera como vedette y desafiando el mandato familiar, a pesar de los 20 años de diferencia que el cómico le llevaba, Carmen comenzó un romance oculto con el actor. A ella no le importaba que su papá, el queridísimo Alfredo Barbieri, se opusiera: estaba enamorada, dispuesta a arriesgarlo todo con tal de estar con Porcel. En aquella época, siendo muy jovencita, Porcel aprovechaba para visitarla cuando Alfredo estaba de gira.
Fue de regreso de una de esas giras cuando, al llegar a Buenos Aires, Alfredo descubrió que el auto del Gordo, de marca alemana, estaba estacionado en la puerta de su casa. Dicen que Barbieri padre no rayó el auto, ni le rompió los vidrios: directamente le pegó seis tiros al coche.
La pareja no se mostraba en público; Carmen y Jorge siempre se veían a escondidas. Ella lo cuidaba, lo mimaba y hasta lo bañaba, pero él no la valoraba como mujer.
A pesar de las idas y vueltas la relación se mantuvo en la clandestinidad. Alfredo Barbieri cada vez toleraba menos este amor prohibido porque no solo se sentía traicionado por Porcel, sino que además sabía que su hija estaba sufriendo por culpa del cómico. Así fue como un día, revólver en mano, fue a increpar al actor para que dejara a su hija, según ha contado el periodista Luis Ventura.
Mucho tiempo después Ana Caputo, quien fuera la esposa de don Alfredo y la mamá de Carmen, lo desmintió. «No tuvo nunca un arma. ‘Lo voy a matar’ era una expresión», aclaró, aun reconociendo que su marido «le pegó a Porcel». Eso sí, para Ana, Porcel «era una porquería».
Finalmente, después de tres años de amor prohibido, la relación entre Porcel y Carmen concluyó.
Durante seis años Porcel contó con el amor de Luisa Albinoni, una de las pocas que hasta hoy lo recuerda con mucho cariño. «Al principio yo estaba fascinada con él: estaba cumpliendo el sueño de la piba de barrio. Sabía que estaba casado, pero él decía que estaba separado. Se iba por dos o tres días y después volvía.
De Norma (De Mauricio, ex mujer de Porcel) me habló después: me dijo que tenía un hijo (Jorge Porcel Junior). La quería mucho, y su hijo era su vida. Después descubrí que también seguía saliendo con su esposa», explicó la actriz, en una entrevista televisiva.
En ese momento Porcel estaba casado con Olga Gómez, pero tenía un hijo de seis años, producto de esa relación extramatrimonial con Norma, empleada de la peluquería Possy. Sin embargo, esto parecía no importarle. Jorge era un mujeriego incansable, amante de la noche.
A pesar de que Porcel nunca desatendió a su hijo, el vínculo entre ellos cambiaría para siempre cuando el cómico adoptara a una beba de pocos meses, a quien llamó María. El golpe psicológico para Jorge Junior fue tremendo. Y desde entonces comenzaron los problemas.
El Gordo prácticamente lo negaba, pero hasta que el menor cumplió la mayoría de edad le pasó 2500 dólares por mes, y le regaló un departamento en la Capital Federal y una casa en Acassuso, que su hijo y su ex mujer perdieron por una hipoteca que jamás pudieron levantar.
«A mi hijo le regalé dos casas y lo mantuve hasta que cumplió 21 años. Si ahora no tiene plata no es problema mío. Todos vivieron de lo que le daba a mi hijo; ahora sería bueno que se ponga a trabajar», declaró Jorge Porcel padre en 1994, en una de las últimas oportunidades en que habló de su hijo. Por ese entonces el actor ya estaba radicado en los Estados Unidos, donde armó con éxito un restaurante, y hasta actuó junto a Al Pacino en la película Carlitos Way, dirigidos por Brian De Palma.
Lo cierto es que en los últimos años de su vida Jorge Porcel pagó caro cada uno de sus excesos. Así fue como, quien alguna vez llegó a pesar 240 kilos, estuvo atado a una silla de ruedas con apenas un hilo de voz en la garganta, predicando el Evangelio.
Muchos afirman que su derrumbe comenzó en marzo de 1988, cuando su amigo del alma y compañero Alberto Olmedo murió al caer de un piso 11, en Mar del Plata. Ese fue el inicio del abismo.
En 1989, en plena hiperinflación y tentado por una cadena de televisión, Jorge decidió irse a Miami a trabajar con sus Gatitas y Ratones.
A pesar del éxito inicial, para el actor fueron años de desarraigo, angustia y desorientación, hasta que, como él mismo decía, encontró refugio en Dios. Pero durante esos años su sobrepeso comenzó a hacer estragos en su salud, empujándolo hasta un punto sin retorno. La obesidad, el Parkinson y la artrosis lo fueron doblegando hasta que en la madrugada del 16 de mayo de 2006 su cuerpo no aguantó más. Murió en la cama de un hospital de Miami.
Jorge Raúl Porcel de Peralta, tal su nombre completo, nació el 8 de septiembre de 1936. Aunque su apellido parece ser de aristocracia, su familia era de clase media alta. Hincha de Racing, subcampeón en lanzamiento de bala y fan de los Rolling Stones, a pesar de ser un hombre muy popular tenía algunos gustos selectos: le encantaba la pintura, cantar boleros y escuchar jazz. Su voluminoso cuerpo, salvo en sus últimos años, jamás fue un problema para él. Era un excelente bailarín de
rock and roll, y un gran jugador de golf.
Se podría decir que Jorge Porcel fue uno de los fundadores de la televisión argentina. El Gordo llegó a la pantalla chica en 1957, formando parte de La revista dislocada. De allí en más su carrera creció de manera vertiginosa hasta alcanzar su pico máximo de popularidad en la década del 70 y del 80, junto a Olmedo.