El 31 de octubre, miles de niños saldrán a pedir caramelos por las casas. En Argentina, la fiesta ya es un clásico, no sin polémica por su origen. ¿Estados Unidos impone sus valores? ¿De dónde proviene la «Noche de brujas»?
Es inevitable: cada año, cuando se acerca el 31 de octubre, surge la polémica sobre Halloween. Es que en Argentina, la fiesta del “truco o dulce” cada vez es más importante y más masiva. Algo que, para muchos, demuestra que la colonización cultural de Estados Unidos avanza sin parar.
Pero, contra lo que muchos creen, la “Noche de brujas” no nació en Estados Unidos. Es más: tiene un origen que mezcla elementos del cristianismo con fiestas celtas, en la vieja Europa laica.
Y es que la celebración que hoy hace que nuestros niños salgan a pedir caramelos se relaciona íntimamente con el “Día de los muertos”, fiesta importantísima para los católicos de Argentina y el resto de practicantes de esta religión en todo el mundo.
Para comenzar: ¿qué dice Wikipedia? La enciclopedia más conocida de Internet afirma que “Halloween” es un nombre que nace de la “contracción de ‘all hallows’eve’ (algo así como “víspera de todos los santos’)” y que hoy se ha transformado en una fiesta moderna “resultado del sincretismo originado por la cristianización de las fiestas del fin del verano, de origen celta” y de la explotación de parte del cine estadounidense, claro.
La Enciclopedia Británica concuerda con esto y agrega que la celebración marca el día antes de la fiesta cristiana de “Todos los Santos”, pero nació mucho antes. “Halloween tiene su origen en el festival de ‘Samhain’ entre los celtas de la antigua Bretaña y de Irlanda”, afirma.
“En aquellas civilizaciones se creía que el 1 de noviembre daba comienzo la temporada del invierno” y es anterior a la aparición del cristianismo.
¿Qué era el “Samhain”? El “fin del verano”, una celebración que se hacía porque los celtas creían que las almas de los que habían muerto volvían a visitar sus hogares.
Luego del calor del verano comenzaba la temporada oscura del invierno, la del regreso de los espíritus.
“Los celtas encendían hogueras en las colinas para recibir al invierno y para ahuyentar a los malos espíritus, que regresaban, y a veces se ponían máscaras y otros disfraces para evitar ser reconocidos por fantasmas. Fue por eso que brujas, duendes, hadas, demonios llegaron a ser asociados con el día”, explica la Enciclopedia Británica.
Fiestas
Cuando los romanos conquistaron a los celtas, impusieron sus propias fiestas, como la “Feralia”, que conmemoraba a los muertos, y la “Pomona”, de la diosa de la cosecha. La enciclopedia británica agrega que, en el siglo 7, el papa Bonifacio IV estableció el “Día de Todos los Santos” para el 13 de mayo.
Pero, en el siglo siguiente, tal vez en un intento de suplantar a la fiesta pagana del “Samhain” con una cristiana, el papa Gregorio III o trasladó a noviembre 1, víspera del “Día de los Todos los Santos”. Víspera de lo que se transformaría en Halloween.
A finales de la Edad Media, lo secular y los días sagrados se habían fusionado.
“La Reforma puso fin de la fiesta religiosa entre los protestantes, aunque en Gran Bretaña, en especial Halloween, continuó siendo celebrado como una fiesta secular”, amplia la publicación.
Junto con otras festividades, Halloween llegó a Estados Unidos con los primeros colonos irlandeses en las primeras décadas de 1800, aunque recién en 1920 se festejó como algo nacional.
Luego, en la década de 1970 el cine de Hollywood (la de 1978, con el mismo nombre, es un clásico) se inspiró en la celebración y potenció los símbolos, hasta transformarlos en una celebración universal. El resto, es conocido.
Calabaza
¿Y por qué la calabaza? También es fruto de las creencias celtas que llevaron los irlandeses.
En inglés, se conocía como “Jack o’ lantern” (“La linterna de Jack”), gracias a la leyenda del viejo Jack, un granjero que atrapó al diablo y que pagó aquella osadía con su alma en pena, para convertirse en un espíritu maligno.
De allí nace el «dulce o truco» (del inglés «trick-or-treat»), que proviene de la misma leyenda sobre aquel espíritu que deambulaba por las campiñas celtas. ¿Qué hacía? Ofrecía un «truco o un trato».
Todos hacían un pacto para no caer en sus garras bajo algún encanto («truco»).
De todas maneras, no hay escritos (los celtas transmitían sus creencias oralmente) que sustenten el origen.