Cuando era niño y no soñaba con ser el bailarín argentino más reconocido a nivel internacional. Julio Bocca, que este lunes cumplirá 50 años, caminaba a la orilla del mar sintiendo el frío de la arena en los pies, esos que tiempo después danzarían en los principales escenarios del mundo.
Aquellos días en la playa de Mar de Ajó, una localidad balnearia situada a 390 kilómetros de Buenos Aires, sobrevienen en recuerdo ahora que recorre, de cara al río de la Plata,ñla rambla de Montevideo, la ciudad en la que eligió vivir hace casi una década, cuando dejó de bailar tras hacerlo durante un cuarto de siglo.
A los cuatro años bailaba con su madre, Nancy Lojo Bocca, en la casa familiar de la localidad bonaerense de Munro, en las afueras de Buenos Aires. Le gustaba disfrazarse y copiar los pasos de ella. Después aprendió a leer y a escribir.
Tres años más tarde ingresó a la Escuela Nacional de Danzas, y a los ocho se incorporó al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, la principal sala de Argentina.
«Fue muy emocionante entrar a un lugar al que nunca me imaginaba que pudiera hacerlo. Ya el viaje de Munro a Buenos Aires era mágico, pero cuando entré al Colón no lo podía creer», rememoró en una de las últimas entrevistas que concedió como bailarín. Bocca fue admitido allí dos años antes de la edad mínima para ingresar a la escuela.ñ
Seis años después se convirtió en profesional cuando viajó a Caracas para incorporarse como Primer Bailarín de la Fundación Teresa Carreño, de Venezuela. Allí aprendió a vivir solo, a cocinarse y a pagar las cuentas. A lo lejos lo ayudaban su madre, su abuela, Teresa, y, principalmente,su abuelo, Nando, un inmigrante italiano delñPiamonte que para él fue su padre.ñ
«Cuando mi abuelo se iba a pescar al muelle en Mar de Ajó, yo iba con él. A veces hablábamos de ballenas. A veces no hablábamos, pero estábamos muy bien así. Mi abuelo de vez en cuando me miraba y, si yo tenía frío, el frío se me iba. A mi abuelo lo tuve hasta mis 13 años. Pero todavía me dura su olor», le relató al periodista argentino Rodolfo Braceli, que le preguntó: «¿A qué olía tu abuelo?». Y respondió: «A hombre bueno».
En 1985 participó en el quinto Concurso Internacional de Moscú, donde obtuvo la Medalla de Oro. Un año después se convirtió en Primer Bailarín del American Ballet Theatre. Lo había elgido Mijail Baryshnikov.
Bailó en la compañías del Royal Ballet de Londres, Bolshoi de Moscú, Scala de Milán, Zarzuela de Madrid, Stuttgart Ballet de Alemania y Opera de París. Llegó a contar que por año solo pasaba 80 días en Buenos Aires.
En 1990 fue reconocido por la Asociación Iberoamericana de Danza como el «Mejor Bailarín Estrella Internacional de Danza Clásica».
Ese año, a los 23, creó el Ballet Argentino. En 1996 realizó la denominada «Vuelta al Mundo», que incluyó presentaciones en México, Venezuela, Colombia, Australia, Hong Kong, Egipto, Israel y Rusia, entre otros sitios. Al regresar fundó su estudio de danza.
El 23 diciembre de 2007 se despidió como bailarín profesional en un espectáculo al aire libre que convocó a 300.000 personas en el Obelisco de Buenos Aires. Había prometido hacerlo a los 40 años.ñDurante tres horas bailó junto a las principales figuras de la danza internacional, entre ellas su compañera a lo largo de su carrera, Eleonora Cassano. También cantaron Mercedes Sosa y Diego Torres. Fue, dijo antes de bajar el telón, «una noche maravillosa».
Desde marzo de 2010 dirige el Cuerpo de Baile del SODRE, el ballet nacional de Uruguay. Cuando aceptó el cargo llevaba casi tres años viviendo en Montevideo. «Necesitaba tranquilidad. Tenía miedo de quedarme en Buenos Aires y estar todo el tiempo encerrado para evitar los autógrafos y las fotos. Por primera vez me siento con los pies sobre la tierra», explicó en una entrevista con la revista «Hola».
El Sodre le «permitió empezar de cero» y encontrar «libertad», comentó en diciembre pasado luego de una presentación del ballet en Barcelona. Allí la prensa le consultó si volvería a Argentina para dirigir el ballet del Teatro Colón.ñ»Si quieren mi asesoramiento, lo haré. Qué más quiero que ver a la danza de mi país en su esplendor», respondió.
Sin embargo, ante una consulta sobre si dirigiría al mismo tiempo ambas escuelas contestó que no.