Se conmemora un nuevo aniversario del “Éxodo Jujeño”, un episodio histórico, relevante y decisivo para la conformación de la Nación Argentina.
“Belgrano poseía un juicio recto, una honradez a toda prueba, un patriotismo puro y desinteresado, el más exquisito amor al orden, un entusiasmo decidido por la disciplina y un valor moral que jamás se ha desmentido”
General José María Paz
Así lo definieron intelectuales y jefes militares a lo largo de la historia argentina, conmemorando el aniversario de la orden impartida por Manuel Belgrano para que los jujeños abandonaran la ciudad sin dejar nada que pudieran aprovechar los realistas que venían avanzando triunfante desde el Alto Perú.
Este patriótico episodio se registró el 23 de agosto de 1812. El gobierno de Buenos Aires, al renunciar Pueyrredón a conducir el Ejército del Norte y retornar Juan José Castelli a la ex capital del virreinato, designó a Manuel Belgrano para reorganizar la fuerza y marchar hacia el norte.
No fue fácil su tarea. Estableció el campamento general en Campo Santo y posteriormente lo trasladó a Jujuy donde reorganizó las tropas; atendió los asuntos políticos y levantó el nivel moral y patriótico de los pobladores.
La Revolución de Mayo continuó en El Éxodo Jujeño
Corría el año 1812. Los realistas estimaban que había llegado el momento adecuado para recobrar lentamente el virreinato del Río de la Plata después del grito de Mayo de 1810. Sus tropas, poderosas y bien equipadas, amenazaban destruir todo lo que se había ganado a fuerza de sacrificio y de coraje. Venían del norte avasallando todo a su paso.
La orden de Belgrano fue terminante y precisa: no debería quedar nada que fuese de provecho para el adversario; ni casa ni alimentos ni un solo objeto de utilidad. Todo fue quemado o transportado a lomo de mula, de caballo y de burro; hasta el último grano de la última cosecha.
El frío y las ventiscas invernales acompañaron la caravana, reanimada sólo por aquellas palabras del general Belgrano, en su arenga del 25 de mayo. En medio del viento blanco, la visión de aquella bandera que el “caudillo revolucionario” (como lo llamó el general realista Goyeneche) conservaba bien guardada en una de sus maletas, ponía su calor reconfortante para proseguir sin desmayos la emigración heroica.
El 23 de agosto de 1812, la revolución continuaba en el éxodo del pueblo jujeño. Esta provincia constituía el paso obligado al Alto Perú y a la plata de sus minas, y ahora, el ardor, la determinación de los patriotas y el miedo que inspiró la saña de los realistas en Cochabamba los hacía marchar.
El célebre bando de Belgrano, del 29 de julio, comenzaba diciendo:
“Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres…”.
En ese acto sintió Belgrano que se identificaba totalmente con el destino del pueblo que él sacrificaba. Por eso, lo hizo depositario y guardián de la “bandera nacional de nuestra libertad civil”, puesto que, gracias a ese esfuerzo supremo, fue posible ganar la batalla de Tucumán, primero, y la de Salta, después.
Una bandera, una escuela y dos escudos quedaron para siempre en Jujuy como el testimonio de agradecimiento de un general que, si quitaba méritos a las suyas, sabía reconocer las virtudes de los demás.
El Combate de Las Piedras
Los realistas envalentonados ante este ejército que se retiraba, el 3 de septiembre de 1812, decidieron cargar sobre la retaguardia del Ejercito del Norte, que estaba a cargo de Díaz Vélez. Inmediatamente Belgrano cambió de posición y atacó a las fuerzas realistas comandadas por Tristán derrotándolo completamente, dejando en el campo de batalla dos oficiales y cincuenta y ocho soldados muertos.
Este combate se conoció con el nombre de Las Piedras. Tras la estrategia, el Ejército del Norte se reubicó en Tucumán en donde el 23 del mismo mes le hizo frente a Tristán venciendo completamente al enemigo. Los españoles reconocieron la derrota, más no admitieron rendirse, y se retiraron hacia Salta.
El Éxodo Jujeño debe figurar en los frisos más altos de la veneración popular por la actitud heroica, donde el aporte de cada uno de los jujeños es el sacrificio que pone el sello excepcional de una acción.