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Empanada argentina, último boom en Barcelona

Empanada argentina, último boom en Barcelona

Tan argentina como el verso de una canción de Calamaro, un dríbling imposible de Maradona o una novela de Mariana Enríquez. Tan argentina y, a la vez, tan viajera que se ha instalado en Barcelona después de desplazarse más de 10.000 kilómetros por el océano. Es la empanada argentina, la protagonista de un boom que se ha hecho visible en prácticamente todos los barrios de la ciudad, especialmente en las zonas del centro, la Barceloneta y Gràcia. Solo hace falta bajar a la calle: los restaurantes especializados que las ofrecen se han multiplicado como los panes y los peces, convirtiéndose en la moda de la street food de hoy en estas tierras.

Ya hace años que en la ciudad se puede constatar la proliferación de otras formas de comer relacionadas con estar en la calle, a menudo sin necesidad de sentarse en una mesa. Lo que hasta hace no tantos años veíamos cuando viajábamos a Londres o Roma se ha trasladado aquí y, sea debido a la globalización, el buen tiempo o el ritmo de vida, nuestro rito tradicional de colocarnos alrededor de una mesa se ha hecho más flexible. En la liga del dóner kebab, la pizza al taglio o los tan tradicionales fránkfurts y bocadillos la empanada argentina se ha hecho fuerte, convirtiéndose en postal habitual de nuestras calles. ¿Pero qué tienen que las hacen tan reclamadas? «Son fáciles de consumir, populares, inclusivas y es el tipo de comida que diluye las diferencias sociales», explica Pedro, un argentino que hace 6 años que vive en Barcelona. Natural de Buenos Aires y director de arte en un importante estudio creativo de la ciudad, nos describe cómo la empanada casa de pleno con la idiosincrasia del argentino: «Es una comida de unión, y la identidad argentina tiene mucho que ver con encontrarse con otra gente. En mi país el hecho de comer empanadas es una especie de ritual de encuentro que tomamos de países mediterráneos y de la inmigración española e italiana. Además son baratas, cómodas y tienen la particularidad de poder ser de muchos sabores, de forma que cualquiera puede encontrar alguna que le guste».

Aunque hay fuentes que aseguran que ya existían en el antiguo Imperio Persa, la empanada argentina moderna ha hecho un viaje de ida y vuelta. Fueron los exploradores españoles del siglo XVI los que llevaron el plato al continente americano. En Argentina este plato se instaló especialmente en el nordeste del país, en provincias como Salta, Tucumán o Santiago del Estero. Una vez establecida la costumbre, se extendió por el resto del país, ampliando el espectro del relleno. “Pasa un poco como con la pizza; cuando estás en el país te la puedes encontrar en todas partes, pero las más tradicionales son las salteñasy lastucumanas”, explica Pedro. “En Argentina están el asado y la empanada. Cuando era pequeña tenía siempre la imagen de mi madre preparando en la cocina. Mi recuerdo de casa es de encuentro con familia y amigos, asado y empanada”, rememora Susana de Luca, cocinera y una de las personas que más ha hecho por la popularización de la empanada argentina en Barcelona mediante el restaurante Rekons de la calle Comte d’Urgell, templo de la empanada en la ciudad desde hace unos quince años.

La importancia del proceso

Casada con un catalán y con hijos nacidos aquí, su cocina apuesta por la fusión argentina y local, aportando un toque autóctono a las clásicas, que son las de carne, jamón y queso, chorizo picante o atún. «Lo más importante para hacer una buena empanada es no obviar ningún paso de la elaboración –dice De Luca–, del mismo modo que haces una paella o una fideuà. Hay un proceso a seguir y se tiene que respetar escrupulosamente». La empanada tiene tantos sabores como podemos imaginar, pero hay unos estándares que se tienen que respetar: «Que sea una masa sabrosa y que no se te quede reseca en la boca, que entre fácilmente. Después tiene que haber un relleno bastante extenso con un producto de primera calidad», explica la cocinera del Rekons, que ha visto cómo la competencia se le multiplicaba exponencialmente los últimos años.

El que regentan Susana de Luca y su familia no es el único establecimiento histórico de la ciudad que se ha dedicado a este producto argentino. Antes de esta vorágine de hoy en día, también era un clásico ir al Laurel, justo delante de los cines Floridablanca. O, más recientemente, la Empanadería de Gracia, a caballo entre la calle Francisco Giner y la Plaça de la Vila, y que ofrece hasta una treintena de sabores entre empanadas saladas, dulces, vegetarianas y veganas. Pero para entender cómo y por qué la ciudad está llena de locales de empanadas, antes hay que entender el éxito de negocios como la Muns, La Fábrica o Tio Bigotes. Los tres fueron pequeños establecimientos en su origen que se han ido multiplicando y han ido estrenando nuevas sedes o franquicias por toda la ciudad. Actualmente, la Muns, abierta en 2011 en el Poble Nou por el chef argentino Diego Rojas, forma un auténtico imperio con una docena de restaurantes solo en Barcelona; Tio Bigotes suma catorce establecimientos en la ciudad, y La Fábrica tiene seis. Es decir, que solo con estas tres cadenas, hay 32 restaurantes de empanadas argentinas repartidos por Barcelona.

El encarecimiento de la empanada

Este ritmo de crecimiento no ha complacido a todo el mundo. El crítico gastronómico Ricard Martín denuncia algunos inconvenientes del boom y cómo ha ido en contra del consumidor final: «A mí me encantan, pero hay por todas partes, y no lo acabo de entender. Hasta hace cuatro días, las empanadas cumplían bien su papel de quitar el gusanillo dignamente y a precio asequible. Después de la crisis del trigo y el aceite, los precios se han disparado hasta niveles ridículos: nueve empanadas de franquicia –falsamente casera– te cuestan casi 25 euros», asegura el especialista de la revista Time Out Barcelona. Martín recomienda que si optamos por esta especialidad, lo hagamos en un establecimiento bueno y acabadas de hacer, sin olvidar que es comida rápida y de calle: «Se ha impuesto una percepción de que la empanada argentina es una comida con cierta pretensión gourmet, y no lo es», explica.

En Rekons se toman esta nueva moda con calma. «Es normal que tenga éxito, es un producto barato y de reunión. Ahora hace cinco o seis años que está en claro auge, pero también es cierto que cada vez somos más argentinos en Catalunya y que el público de aquí las ha adoptado muy bien. En cualquier caso la competencia siempre es buena, porque ayuda a espabilar y no relajarse», dice Susana de Luca. Sobre la proliferación de los «puestos», como se denomina en Argentina a un establecimiento de estas características, Pedro recuerda que es una manera de buscarse un futuro para la inmigración argentina de Barcelona, pero en cualquier caso celebra que se haya popularizado una comida «tan inclusiva y del pueblo». El futuro dirá si hay bastante demanda para mantener, o ampliar, la flota de restaurantes de empanadas argentinas de Barcelona o si, por el contrario, acabarán olvidados como pasó con otra sorpresiva fiebre a la ciudad, la de los locales de cigarrillos electrónicos.

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