El actual Tren a las Nubes recorre parte del trayecto ferroviario que llega al extremo noreste de Argentina, en un trazado que supera los 4.200 m.s.n.m.
Hace poco más de 100 años, cuando Argentina tenía un empuje económico que perdió en el siglo siguiente, proyectó un ferrocarril que atravesara los Andes en el extremo norte del país hasta el puerto chileno de Antofagasta, en el Pacífico.
Parte de ese trayecto es el famoso Tren a las Nubes, uno de los tres viajes ferroviarios más altos del mundo, con el convoy trepando a 4.220 metros sobre el nivel del mar.
Es un viaje que los viajeros califican como inolvidable, donde además del vértigo de las alturas se conoce desolados paisajes andinos y pueblos que sobreviven en el aislamiento.
Un reflejo del viejo recorrido
El Tren a las Nubes adquirió un cariz turístico en 1972, pero en 1990 las sucesivas crisis del país austral cortaron el servicio.
«En el Viaducto la Polvorilla el Tren a las Nubes llega a su punto más alto, a 4.220 metros sobre el nivel del mar»
Su nueva etapa, que se lanzó en 2016, es un reflejo del recorrido original, que se ponía en marcha cuando aún no amanecía en la ciudad de Salta, al noreste de Argentina, y emprendía un viaje de 434 kilómetros (entre ida y vuelta) hasta San Antonio de los Cobres, un pueblo históricamente dedicado a la industria minera ubicado a 3.775 metros de altura.
Actualmente el operador turístico que regentea el ramal C-14 del Ferrocarril Belgrano (ese es su nombre oficial) ofrece un viaje en bus hasta San Antonio de los Cobres, y desde allí, se aborda el tren que llega en una hora al Viaducto la Polvorilla, un puente de estructura curva de 223 metros que se levanta como un silencioso gigante a 64 metros de altura, y que es el punto de mayor ascenso del tren.
En este momento, mientras la locomotora se ubica en la parte trasera para empujar al ferrocarril, todo es silencio. Los pasajeros se dedican a observar el paisaje de sierras áridas, teñidas de rojo y marrón por los minerales de la zona como el hierro y el manganeso, mientras allí abajo transcurre el cañón atravesado por un precario camino.
Otra forma de conocer La Puna
La alternativa de un viaje en bus con una breve muestra de ferrocarril (comparado con su trazado original) se realiza porque hay varios tramos del trazado que no están en condiciones de soportar a los convoyes ferroviarios.
«Es común que los viajeros, cuando lleguen a más de 3.000 m.s.n.m., sientan los síntomas del mal de altura»
Pero hay una lectura positiva: un punto a favor es que el viajero puede conocer más en profundidad esta región llamada La Puna, lugar de climas extremos, vientos fuertes y donde la menor cantidad de oxígeno lleva a sentir el mal de altura, aquí llamado ‘apunamiento’, que se manifiesta con dolores de cabeza y ligeros mareos.
Si se evitan los movimientos bruscos, o si se mastican hojas de coca como hacen hace siglos en la región, los pulmones recuperan fuerzas. En el Tren a las Nubes, por las dudas, siempre viaja un médico con un cuerpo de enfermeros, y los primeros síntomas se alejan con la aspiración de oxígeno.
Cómo es el viaje
Los grupos parten desde la estación de Salta y realiza paradas en el Viaducto El Toro, la formación geológica Yacoraite y un par de horas después de la salida llega a la Fundación Padre Chifri en el Alfarcito, donde el pasaje disfruta de un desayuno autóctono de infusiones, empanadas dulces, alfajores y quesos.
A lo largo del trayecto se ven cardos de tres a cinco siglos de vida, camélidos como llamas, alpacas y vicuñas, y planeando entre los cerros, al majestuoso cóndor. Muy esporádicamente, surge algún pueblo con su pequeña iglesia encalada y con valiosas muestras de arte colonial.
«A lo largo del trayecto de Salta a San Antonio de los Cobres se viaja en paralelo al tren, y se comprueba la gigantesca tarea de ingeniería que fue su construcción»
En San Antonio de los Cobres los grupos suelen ser recibidos por niños que venden artesanías; y al regreso a este pueblo, en los comedores rústicos se sirven platos como locro, tamales y guisos que se elaboran con carne de llama.
A la ida y a la vuelta se ve la obra maestra de la ingeniería que es este ferrocarril, consistente en 29 puentes, 21 túneles, 13 viaductos y nueve cobertizos.
El trazado demoró 27 años en finalizarse, realizado en precarias condiciones laborales y bajo temperaturas extremas. Cada tanto, un pequeño cementerio presenta las tumbas de los obreros fallecidos en la ciclópea construcción.