El dulce de leche, uno de los alimentos característicos de la comida argentina cargado de mitos sobre su origen y sostenido por una industria pujante, celebra este viernes 11 su Día Mundial, y el Centro Argentino de Promoción de este producto informó que de enero a julio de este año se elaboraron, en Argentina, unas 58.000 toneladas.
«Hace 25 años decidimos instaurar el 11 de octubre como Día Mundial del Dulce de Leche para impulsar la producción y el consumo de esta exquisitez que continúa siendo uno de los alimentos preferidos de los argentinos», dijo a Télam Lilly Frega Varela, presidenta del Centro Argentino de Promoción del Dulce de Leche y Afines (Capidya).
En sus distintas variantes, tradicional, familiar, repostero, heladero o alfajorero, este alimento se elabora con leche de vacas Holando Argentino, Jersey, ovejas, cabras y búfalas.
Según las estadísticas que elabora el Capidya, relevando datos de las 25 empresas productoras más importantes y con información del Indec, la Secretaría de Agroindustria y de la Dirección Nacional Láctea, en la primera mitad de este año se produjeron 58.000 toneladas, de las cuales se exportaron 1.751 y calculan que cada argentino consume aproximadamente 3,100 kilos por año.
Este alimento a base de leche se consume desde hace muchos años en otros países bajo distintos nombres, como Doce de Leite, Milk Sweet, Confiture de Lait, Radaby, Fanguito o Cajeta, por lo que existen diversas leyendas y mitos acerca de su origen.
De acuerdo a un exhaustivo relevamiento realizado por el Centro de Promoción del Dulce de Leche, existen registros históricos que intentan develar el gran misterio de si el dulce es, o no, un «invento argentino».
Uno de los relatos cuenta que el general José de San Martín ya comía dulce de leche en Chile, tras su gesta libertadora en el país trasandino, y que pronto el dulce se empezó a consumir en Mendoza y luego llegó a Buenos Aires.
Otro de los rastros del dulce de leche se remonta a la Francia de Napoleón y relata que durante su campaña los soldados recibían una ración diaria de leche azucarada caliente.
Uno de esos días,uno de los cocineros abandonó la olla con el agua azucarada en el fuego para participar de la batalla y al hervir durante varias horas se transformo en «Confiture de Lait-Dulce de Leche». Ese cocinero entró en la historia de la comida francesa como el inventor del dulce en el año 1815.
El mito en la Argentina es similar al francés, pero quedó registrado en una escena que ocurrió en una estancia de Cañuelas, en la provincia de Buenos Aires, donde se encontraba una criada mulata del general Juan Manuel de Rosas preparando la lechada «para hacerle unos mates al general», que llegaría para firmar el Pacto de Paz que los líderes rubricarían el 24 de junio de 1829.
Los registros históricos relatan que Lavalle llegó de noche a la estancia cuando Rosas todavía no estaba, «cansado por el viaje pidió un mate, se recostó en la cama de Rosas y se durmió».
Aquí se registra el «accidente» de la cocinera que «inventó» el dulce de leche porque, al descubrir que Lavalle estaba durmiendo, salió asustada a pedir ayuda y abandonó la olla con leche y azúcar sobre la hornalla encendida que, al hervir, se convirtió en dulce de leche.
Otro de los indicios sobre la creación del dulce de leche, quedó registrado en el libro «La comida en la historia argentina» del historiador Daniel Balmanceda (Buenos Aires, 2016, Sudamericana), donde recogió una historia que involucra a la escritora Victoria Ocampo, quien «quiso impresionar al director de orquesta ruso Igor Stravinsky y le ofreció nuestro dulce, pero él le dijo que eso era originario de su país y que se llamaba Kajmak».
«Uno descubre que el dulce se comía en el sudeste asiático en la antigüedad, y que de allí pasó a Filipinas y por el Pacífico a Acapulco», aseguró Balmaceda en diálogo con Télam.
Sea cual fuere su origen, el dulce de leche -definitivamente- es uno de los alimentos preferidos de los argentinos que se puede saborear como caramelos, bombones rellenos, chocolates, arrolladitos, flanes, budín de pan, churros, facturas, bombitas, merengues, tortas, helados, panqueques, alfajores o, ¿por qué no?, sencillamente a cucharadas. (Télam)