Frente al inmovilismo en el que parece instalada la restauración valenciana, Germán Carrizo y Carito Lourenço están decididos a plantarle cara a esta pandemia. Como puedan y como les dejen, pero luchando. Empezaron hace dos semanas, desde su Doña Petrona en Russafa, sirviendo comidas a domicilio. Funcionan de una manera atípica. Frente al Deliveroo que ofrece la inmediatez como banderín de enganche, ellos exigen que el pedido se haga con 24 horas de antelación y fijando la hora de entrega.
Puede parecer raro, pero se entiende bien si asumimos que esto no es comida rápida, sino un servicio de restaurante a domicilio. Los procesos y la organización de la cocina se mantiene tal cual estaba antes del estado de alarma. Lo único que cambia es que antes el camarero te lo llevaba a la mesa y ahora a casa. Sorprende, mucho, el punto en el que los platos llegan a casa. Realizan el envío con Flecha Bicimensajería (una empresa independiente alejada de las prácticas poco éticas de este sector). Por lejos que estés, te encuentras con unos platos recién hechos, calientes y en mejor estado de lo que me he encontrado algunas recetas que han reposado más de lo debido en la salamandra de un buen restaurante.
Doña Petrona reproduce ese modo muy argentino de comer en el que el comensal se entrega sin complejos a un comida disfrutona, de grandes raciones y sabores fáciles. Parten de sus empanadas. De cuatro sabores distintos, son todas buenas, pero especialmente las mendocinas, las más típicas en buenos aires. Proponen también la pizzeta. Se trata de una pizza muy al gusto bonaerense, de masa grosuda, esponjosa y cubierta generosamente de ingredientes.
Cuando visité Argentina hubiera querido comerme los alfajores que prepara Carito. Con un punto contenido de azúcar y alejados de esa textura grasosa con la que sueles encontrarte los alfajores populares en ese país donde el dulce siempre es excesivo. Las raciones son abundantes, sobre todo si tenemos en cuenta que los precios son contenidos. 12 euros por unos canalones de pollo y espinacas o 15 por una milanesa preparada con una salsa pomarola, un buen jamón braseado y queso provolone.
Germán y Carito tienen puesta la mirada más allá de esta propuesta. De momento están intentando armar una plataforma de entrega a domicilio conjunta con otros restaurantes. Un espacio virtual en el que, a diferencia de lo que ocurre en Globo o Deliveroo, el cliente pueda establecer una relación personal con el propietario siguiendo esa premisa de que un restaurante a domicilio no es un fast food. Intentan también, por otro lado, evitar los altísimo costes de las plataformas convencionales que van entre el 25 y el 35 por ciento de la facturación (una barbaridad de dinero que, inevitablemente, acaba afectando al producto final).
A partir del 11 de mayo abrirán también su tienda en el barrio del Carmen y, en cuanto les dejen, Fierro. No tienen claro cómo ni exactamente cuando irán lanzando cada proyecto, pero saben que corren tiempos duros y no queda otra que moverse para subsistir. Son Argentinos y han crecido surfeando una crisis detrás de otra. Tienen el metabolismo adaptado al sufrimiento. Ojalá sus compañeros despierten y empiecen también a inventar modelos. Yo ya me estoy cansando de la cocina casera. Soy buen cocinillas, pero a mi nevera no llegan las gambas de Dénia.