Delfina Pignatiello, bicampeona mundial juvenil, será la estrella nacional en la cita olímpica que comienza el 7 en Buenos Aires. La historia de una niña prodigio que, a los 18 años, soporta la rutina, las exigencias y presiones de una estrella. “Soy una maquinita”, admite quien ahora decidió encarar el camino de la ayuda social.
Tiene apenas 18 años, pero hace una vida más esforzada que un deportista profesional de 25 o 30. Se levanta casi de madrugada, a las 5, para el primer entrenamiento, va al colegio, almuerza, duerme la siesta, vuelve a entrenarse, cena y a las 21.30 ya está acostada para volver a empezar al otro día (salvo domingos). Pero su esfuerzo va más allá, porque Delfina Pignatiello, la nueva joya del deporte nacional, tiene edad para divertirse, juntarse con amigas, salir de noche e ir a un viaje de egresados, sin embargo enfrenta la presión de los consagrados. Sobre todo en estos Juegos de la Juventud que, por primera vez en la historia, se realizarán en Buenos Aires desde el 7 de octubre.
La nadadora argentina, que viene con resultados de elite y marcas comparables con adultos, será la estrella argentina y la lupa estará sobre sus chances de ganar varias medallas para el país. Por eso es un buen momento para conocer su historia, una chica que es tan madura que hace cosas de grandes, como comprometerse con la ayuda solidaria.
Es difícil precisar cuándo Delfina Pignatiello se metió por primera vez a una pileta aunque ella cree que tenía meses. Fue natural que su madre, profe de natación, le hiciera el bautismo. Y de allí no salió más. Ni siquiera cuando intentó con otros deportes, como gimnasia artística, danza, básquet y hockey. El agua siempre estuvo presente. «Nunca dejé la natación porque siempre fue lo que más me gustó, nunca quería faltar», explica.
Delfina Pignatiello acompañaba a Paula a las clases y andaba entre chicos mayores e incluso adultos. Y, claro, como buena hija de profesora, siempre se destacó. «Cada día quería aprender más y me gustaba probarme con los más grandes. También era fui muy competitiva y a los 11 ya quise dejar la escuelita para empezar a medirme en torneos», resalta. A los 12 ya estaba federada y desde ahí se dio un ascenso meteórico, aunque reconoce que nunca imaginó «tanto».
El primer gran triunfo llegó a los 13, en un Nacional, y los primeros consejos de especialistas. «Me dijeron que tenía muy talento y que flotaba mucho, que naturalmente era muy ligera. Les hice caso, empecé a bajar marcar y comencé a competir a nivel internacional», recuerda. A los 15 debutó en un Mundial Juvenil y el gran impacto fue en la edición del año pasado, en Indianápolis, cuando obtuvo tres medallas (oro en 800 y 1.500 metros libres, y plata en 400) y batió tres récords nacionales. La fama arribó rápido y los premios, a la par, como el Olimpia de Oro 2017. Pero, claro, todo tiene su costo.
«Al principio fue muy lindo, la gente me felicitaba, tenía más seguidores, me pedían notas… Pero luego enfrenté lo duro, que más gente te esté mirando, esperando cosas de vos… Quizá había tenido un día malo y no quería saber nada con nadie, pero tenía que hacerlo. Con 17 años. Lo mismo me pasó con las redes sociales. He tenido que cuidarlas mucho más y hasta borrar posteos por los comentarios que recibí. Fue todo un cambio. No estaba preparada, porque soy una adolescente. Ahora, por suerte, lo llevo mejor», admite.
En la pileta le sale todo naturalmente. Tanto que Delfina es apenas una de las cuatro mujeres menores de 18 años que, en la historia, nadaron los 1.500 metros en menos de 16 minutos. «Todavía no lo puedo creer porque aquel día del Mundial estaba cansada, ya había ganado dos medallas y no esperaba semejante marca. Hoy me parece increíble y a veces no me doy cuenta de lo que logro, entonces trato de bajar a la realidad cuando me sobrepaso de exigencias. Me voy a mi pieza, miro las medallas y me digo ‘mirá lo que lograste, pará un poco, disfrutá, no te enojes si salió mal un entrenamiento'», se abre ante la consulta. Este perfeccionismo, sin embargo, también le juega a favor. «Y, un poco sí. La competitividad también. Eso marca diferencia. Como la cabeza para entrenar, cada día, enfrentando la rutina y el cansancio. A veces incluso en el límite de querer dejar todo…», comenta la ganadora del Olimpia de Oro en 2017.
Delfina, para su edad, es extremadamente profesional y estructurada. «Sí, soy una maquinita (se ríe). Es que si no cumplo los horarios a rajatabla, no lo puedo hacer. Entonces me tengo que levantar 5.15. Y sí o sí dormir una siesta. O estar durmiendo temprano. Incluso, cuando cambio algo, me pongo de malhumor porque me salgo de la rutina», resalta quien además se hace tiempo para comenzar con la carrera de Diseño Gráfica.
Eso no le deja muchas chances de disfrutar de lo social, algo clave para cualquier adolescente. «No me gusta salir, lo hago muy de vez en cuando. Sí me cae mejor juntarme con amigas. Trato de disfrutar de las pequeñas cosas. Por suerte no me satura esta vida, nunca me costó dejar cosas de lado», dice quien hace poco se puso de novia. Con un compañero de la Selección de natación, como parecía no poder ser de otra manera. «Me entiende», aclara.
Ser bicampeona mundial juvenil le pone una presión extra a Delfina para los Juegos que se vienen en días. Y ella lo acepta. «Sí, antes estaba más relajada, teniendo un sueño, y hoy es más una presión. Uno trata de evitarla, pero no se puede. Es normal que después de ser campeona mundial todo el mundo espere que lo repita en Buenos Aires», explica. Sin embargo, ella no promete nada. «Trato de no decir mucho. Busco entrenar lo mejor posible y bajar marcas, sabiendo que si lo logró, los resultados llegarán solos», aclara quien competirá en dos pruebas (400 y 800 metros libre) en esta cita olímpica que tendrá 141 ilusiones argentinas.
Esta madurez y mentalidad de adulto que Pignatiello expresa en cada respuesta también se nota en la realidad. Como fue en el deseo de sumarse al grupo de embajadores olímpicos que forman la Huella Weber, el programa solidario de Weber Saint Gobain que le permite a cada deportista elegir un lugar a refaccionar con los materiales de la empresa. «Lo primero que vi fue que en el programa estaban Pareto, Molinari, Chiaraviglio, Jenny Dalghren, Crismanich, Fede (Grabich), la Tuti Bopp y me encantó ver lo que hacían, cómo se comprometían y ayudaban… Me interioricé, quise sumarme y por suerte ya estoy adentro. Elegí un lugar y estamos ultimando los detalles para que Weber pueda mejorar su infraestructura», dice Delfina, quien se hace tiempo para dedicarle al proyecto mientras sueña con más medallas en Buenos Aires 2018.