Visitar este país austral puede empezar en el Obelisco de Buenos Aires, el monumento emblemático de 68 metros de altura, que es sede de festejos y de protestas. Y seguir por una ciudad que se extiende 203 kilómetros cuadrados, casi la superficie del glaciar Perito Moreno en la Patagonia, donde puede terminar su viaje.
Claro que podrá ir en carro por la mítica Ruta 40 y viajar por sierras, valles y estepas, pero si tiene poco tiempo la idea es combinar trópico y nieve para cubrir los 4 mil kilómetros en avión.
La primera parada es un lugar en el que con hacer un paneo tiene un vistazo de las fronteras de tres países: Argentina, Paraguay y Brasil. Lo consigue desde un sitio en la ciudad de Puerto Iguazú en el que cada noche, a las ocho en punto, se rinde un homenaje a esta confluencia de culturas, con música y luces.
Luego podrá encontrar hoteles enclavados en la tupida selva paranaense donde es posible que lo despierte un aguacero tropical que dura menos de una hora y lo deja listo para una imponente vista: las Cataratas del Iguazú, declaradas como una de las Nuevas Siete Maravillas de la Naturaleza por la Unesco.
Habrá que llegar preparado con un impermeable —o comprar una capa— y repelente para zancudos si quiere hacer la caminata por el circuito superior, un sendero de casi 10 km, que le va descubriendo helechos, bromelias y orquídeas pegadas a los árboles; así como coatíes, unos mamíferos que parecen simpáticos pero que conviene respetar en su hábitat.
Podrá ver tucanes, carpinteros o tangaráes, si tiene suerte, y cuando llegue a uno de los miradores, además de la vista a las cascadas, podrá observar a los vencejos, esos pequeños pájaros que no tienen en cuenta su tamaño al momento de desafiar la fuerza del agua para anidar en la pared escarpada detrás del chorro, cuenta Marcos Sosa, guía turístico.
El río Iguazú cae en picada en un cañón en el que se forman las 275 cataratas que conforman este lugar. El 80 % se puede ver del lado argentino, aunque los brasileños se disputan la vista más linda.
Si quiere experimentar adrenalina, opte por el paseo en bote para recorrer 6 km del cañón y ver de cerca dos grandes caídas. Quedarse empapado es parte del paseo, por ello conviene cambiarse de ropa para subir al tren y llegar hasta la “Garganta del Diablo”, el lugar en el que aterriza un inmenso caudal que no podrá dejar de mirar desde la pasarela. El ruido del agua lo seguirá acompañando un par de días.
Del trópico a la nieve
La siguiente parada le revelará el poder del hielo. Calafate, en la provincia de Santa Cruz, es pequeño y pintoresco: tiene 30 mil habitantes y las casas son en su mayoría en madera.
Ubicada en la ribera meridional del Lago Argentino, esta ciudad es famosa porque es la puerta de entrada al Parque Nacional los Glaciares, donde se encuentra una extensa parte de la cordillera austral y, en ella, están las áreas glaciares.
A la vista están esas inmensas masas de hielo que se encuentran en zonas donde el clima es más benigno, son imponentes y de gran tamaño, además son de fácil acceso para las personas.
De hecho, en el Perito Moreno, uno de los más hermosos, se pueden hacer excursiones de dos horas sobre una superficie irregular pero firme. En el camino, que se hace acompañado por guías expertos, se pueden ver las grietas, lagunas y sumideros. A la vista los bloques parecen azules por el efecto del sol, pero en realidad son incoloros.
Debido a que los glaciares se mueven constantemente (2 metros cada día), cada paisaje resulta único en este recorrido en el que el viento puede bajar la sensación térmica.
Si el estado físico le permite, también puede hacer un trekking de cuatro horas en el que se camina para llegar a un mirador. En ambos casos —en el corto o largo— tendrá que usar “crampones”, un soporte metálico adherido al zapato que le ayuda a tener mayor adherencia sobre la nieve.
Si no quiere tener una aventura tan cercana con el hielo, elija hacer el recorrido desde las pasarelas. O navegar por el brazo norte del lago argentino, en el que podrá llegar cerca al Upsala, el tercero en tamaño de la zona del hielo patagónico sur, que ha tenido un “dramático retroceso”, según se indica en la información que han recopilado los glaciólogos en un esfuerzo de investigación sobre estas gigantes masas que regulan la temperatura del planeta.
“Los glaciares son claros indicadores del deterioro que está causando la humanidad al planeta Tierra”, precisa vía correo, Luciano Bernacchi, director del Glaciarium.
Desde el crucero Turquesa de la compañía Mar Patagonia, podrá presenciar un fenómeno intempestivo y escaso: un desprendimiento que sucede cuando el frente de un glaciar se quiebra en bloques. El sonido es como de una gran explosión que contrasta con el silencio de la Patagonia.
Allí, donde el turismo de naturaleza es la excusa para descubrir un país que no se agota en el tango, el mate, el dulce de leche o el famoso Obelisco. Al contrario, reserva hermosas vistas naturales que reconfortan el espíritu.
Invitación del Instituto Nacional de Promoción Turística, Inprotur, de Argentina