La Patagonia argentina, una región sureña caracterizada por sus montañas, lagos y el clima seco, suele padecer incendios que impactan al medio ambiente y también a las ciudades y poblaciones de la zona. Si se contabilizan las hectáreas afectadas desde que empezó el año hasta fines de junio en las provincias de Chubut (16.919), Neuquén (1.245), Río Negro (19.920) y Santa Cruz (2.233), hubo un total de 40.317, según el Ministerio de Ambiente. Esto, considerando que en jurisdicciones como Tierra del Fuego el Ejecutivo no tiene datos oficiales.
Con ese marco, algunas entidades públicas y ciudadanos voluntarios se proponen reforestar los bosques en aquellos lugares donde solo quedaron cenizas y naturaleza quemada. En efecto, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) desarrolló tareas de implantación en el cerro Otto, de la ciudad de Bariloche, un icónico destino turístico para contemplar bellos paisajes, andar en bicicleta, hacer senderismo y esquiar en temporadas invernales.
Estas actividades se llevaron a cabo en cuatro etapas desde el 2018, y hasta el momento se colocaron 11.500 plantines de árboles en una superficie de 24 hectáreas. El último despliegue se desarrolló en mayo, con la ayuda de la ONG Circuito Verde y 70 personas que se acercaron a colaborar, en zonas del cerro dañadas por incendios ocurridos en 1995 y 2013.
Por su parte, el INTA se vio obligado a buscar voluntarios y solventar los trabajos con fondos propios porque desde 2019 el Estado nacional dejó de brindar un financiamiento adicional para la restauración de bosques. De hecho, este proyecto estaba planificado para durar tres años, pero solo recibió el presupuesto del primero, limitando las tareas.
Cómo revive la naturaleza
Mario Pastorino, investigador en el área forestal del INTA, explica que los bosques degradados pueden regenerarse de forma pasiva, es decir, naturalmente. Sin embargo, cuando ello no ocurre, se requiere una intervención activa: «En estos casos es necesario que el hombre asegure la regeneración del ecosistema, plantando los árboles principales», afirma. El experto señala que colocar estos componentes es fundamental para la reaparición de otros seres vivos característicos, «como hierbas, arbustos, pájaros e insectos», y todo lo que conforma un ambiente silvestre.
En el caso del cerro Otto, el bosque de lengas –un tipo de roble– no logró recomponerse solo, y por eso los participantes se pusieron manos a la obra. Igualmente, la misión ambientalista no es apta para ansiosos, ya que se debe esperar mucho tiempo para ver resultados: «Acá en la Patagonia los ritmos de crecimiento son lentos, porque el clima es frío. Recién en diez años de haber hecho la plantación, esperamos que uno pase caminando y vea un bosque joven, con arbolitos de dos metros», adelanta Pastorino.
Ahora, el daño todavía se ve: «Hay como un agujero de varias hectáreas que se quemaron, es un pastizal. Aún están los árboles carbonizados, que se mantuvieron en pie», describe el entrevistado.
Con este escenario, otra preocupación para los expertos es la divulgación de mitos, como por ejemplo, que después de un incendio la naturaleza crecería con más vitalidad. En verdad, se trata de un simple efecto visual.
Con este escenario, otra preocupación para los expertos es la divulgación de mitos, como por ejemplo, que después de un incendio la naturaleza crecería con más vitalidad. En verdad, se trata de un simple efecto visual, favorecido por la aparición de flores y pasto. «El bosque uno lo ve de forma estática. Parece que todo el tiempo está igual, pero siempre está creciendo», introduce. Y aclara: «Cuando hay un cambio drástico, con un incendio que quema todo, en el poco tiempo vemos que empiezan a recolonizar especies pioneras, que se caracterizan por tener un crecimiento inicial muy rápido», aclara.
¿Se puede reforestar a gran escala?
Además de la lentitud en los procesos de restauración, el recorte presupuestario y los elevados costos de la reforestación, se añade otro desafío: «Hay que elaborar las plantas, el insumo básico. Esto es un cuello de botella muy importante en la zona patagónica, porque son plantines de especies nativas y hay muy poca producción en los viveros regionales», lamenta el ingeniero.
Es que, entre los obstáculos principales, está la falta de semillas, ya que no hay un mercado para este tipo de simientes. «Debemos cosecharlas en el bosque, pero algunas especies no producen todos los años», dice Pastorino. Y agrega: «No son las típicas plantas ornamentales –decorativas– u hogareñas. Son plantines pequeños, rústicos, con muy buena raíz, porque tienen que aguantar solos, sin que los estemos regando».
De todos modos, el entendido cree que es posible una reforestación a gran escala en Argentina: «Se puede, si se tiene garantizada la continuidad de los trabajos y la financiación. Eso permite proyectar, y aprovechar los años de buena semillazón, para acumular semillas y producir plantas en cantidad». Sin embargo, el presente es bien distinto, y hoy está todo paralizado: «En mayo usamos todo el stock de plantas que teníamos disponible, 1.500 lengas. Deberíamos producir más», remarca.
Para Pastorino, la clave está en dejar de buscar soluciones para el próximo año, y empezar a diseñar respuestas a largo plazo. Algo que, a priori, va en contra de la tradición argentina.
Leandro Lutzky
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