
Fue una noche inolvidable. Un vaivén de emociones que iban del pogo a las lágrimas sin muchas escalas y que terminaron con aquella frase que se convirtió en un emblema para Soda Stereo, ¡Gracias totales!.
La voz de Cerati suena clara y emocionada en esa noche del 20 de septiembre de 1997 en un repleto River Plate cuando llegó la hora de unas de las despedidas más resistidas de la música argentina: el último concierto de Soda Stereo.
La banda integrada por Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti, ya llevaba veinte años de vida de la que el público argentino había sido tan testigo como protagonista. Nacida en los inicios de la década de los 80, Soda amplió aquel panorama sonoro que apenas había planteado Virus y apareció en la escena musical del país abriendo un camino que jamás dejó de transitar.
Lo que trajo la banda fue no sólo un recambio generacional sino que asumieron un estilo musical que no se escuchaba en la Argentina hasta entonces, explica a Tiempo Argentino, el periodista Marcelo Fernández Bitar, quien escribió el libro Soda Stereo, la biografía total publicada en marzo luego de muchos años de trabajo y recopilación.
Escucharlos fue un cambio clave en el rock local que hasta entonces venía del rock sinfónico. Ellos incorporaron aquellas novedades que tenían que ver con el punk y el rock inglés, entró con una corriente de bandas que se metieron en el mundo del pop, era música que se bailaba en las discotecas, que se podía bailar, explica Fernández Bitar.
Hubo una primera resistencia del público rockero ortodoxo y del jazzero. Se decían que era música pasatista, que eran chicos de zona norte que hacían música para bailar. Eso después, en los 90 cuando ya ellos eran una gran banda comenzó aquella histórica riña con los Redondos, una pica que tenía más el estilo de barra brava de un equipo de fútbol, analiza.
Giras interminables y sin vacaciones, grandes discos, bellas y muchas canciones eran el bagaje de una banda joven para el momento de la despedida con tres músicos que con todo ese recorrido también estaban en la plenitud. Ellos ya no eran los veinteañeros que querían ser estrellas de rock, ellos ya eran estrellas de rock. En las últimas etapas venía rondando la idea de la separación y sobre todo se veía que había intereses diferentes. De ser un grupo de amigos con una banda, se habían convertido en compañeros de trabajo, asume Bitar.
Soda Stereo, la biografía total, fue de un urdir entre papelitos, en revistas viejas, en videotapes y casetes viejos en los que Fernández Bitar se topaba consigo mismo. Se descubrió con sorpresa como un testigo incansable de la carrera de Soda.
La primera sorpresa fue descubrir que había visto toda la carrera sin interrupciones. Vi que los había entrevistado con la salida de cada disco ya sea para un radio o para la producción de algún programa de televisión. Esa fue la primera sorpresa y es lo que le da una cualidad distintiva al libro porque como testigo involuntario, el material es casi de primera mano, agrega el periodista quien también escribió el libro 50 Años de Rock en Argentina.
El último concierto de Soda Stereo fue un hito no sólo por el hecho histórico de la separación si no porque de él resultó un disco doble (Último Concierto A y Último Concierto B) y porque fue la primera transmisión en internet, que se vio en diferentes países.